Para Era
No pasó
un minuto
donde
sintiese tu ausencia.
Hasta en
una catacumba,
Abrigado
por ajenos cráneos,
he rosado
fraterna luna
y su calidoscópica
idea,
propia
putativa escritora,
la
poeta Era.
A vasta
antelación,
ninfa noctívaga,
exhalaste
arrinconados versos
con algún
bochorno
de
precoz apariencia.
Proclamaste
en Sagitario
el
declive intuitivo,
como
tinta secaba
ante el
abismo
donde
en nada
mi tú
creas.
Sorora,
falta
que nos arranquemos los ojos
y de
nuestra ceguera acariciar la lira,
compartida
visión de un mundo que,
ingenuo
yo, lo sazono y acurruco
en la impía
parcialidad de mis ramos,
pero
ambos anclamos,
así conectados,
unas
sonrisas endurecidas
solamente
separadas por un día,
unidas
por la pérdida de un carné
donde, catártico,
yo me plasmé.
Deletreado,
afín, Lúa,
destrona
la casualidad
y
reflexiona sobre compartidos.
¿Cómo será,
nombrada Juno,
que en
Júpiter has sembrado
la resquebrajada
constitución,
años
luego capturada
por el
arco de mi amor,
la
plaga del saber
y esa concepción
nublada
del
enamoramiento ideal?
Sorpréndete
no
cómo de
la antigua deidad
has tramado
fortuitamente
título
de maternidad.
En nuestra
Islita
no pronunciamos
la letra H,
pero a
falta consonante
has llevado
tú
las
brechas en duda
y la
impaciente incertidumbre
de
minutos por andar.
Eso sí:
en espontánea colaboración,
de un
papel argolla
o en
luz y sombras,
he
encontrado a una hermana.
Sí.
Abrumado.
Llorando.
Suda mi
pupila
por
merecedora filosofía
como el
humo en estos pulmones
seduce
nuestros errores,
subiendo
más que nada
a síntesis
de un matriarcado,
Artemisa,
entre párpados
cansados,
pronunciando
tu sonrisa.
Merma
el toque,
pero no
el tiempo.
Agradecido
estoy
de
diluir mis lágrimas
en tu sabio
seno,
donde rótulo
entero,
(Esmínteo,
Febo, Citaredo…)
no
sucumbe a función
de
cumplida historia,
sino
ambos,
Era &
Apolo,
nos
reuniremos
en
aquel lugar
del
vacante bosque,
nuestras
letras
esgrimiendo
humildemente
penas y
próceres,
volando
sin ver,
triángulo
en su ser,
preguntándonos:
«¿Ahora?»
Fuiste y eres.
Disparemos al desconocido
la combinación de lo vivido,
dedo gordo del pie suspendido
sobre las hojas marchitas
de aquel viejo lugar
que una vez llamaba hogar…
Puerta abierta…
Aquí la abres tú.

