Seis corrido



Mamá,

Perdona que no te contesté la llamada
cuando más tú me necesitabas.
No hay peor sentencia,
la confección de tus llantos
mientras ansiosamente esperabas
saciedad, la voz de tu hijo.

¡Lo lamento, mamá!
De rodillas me pongo ante ti,
regando penosa compatibilidad,
de ver mi reflejo en tus ojos,
como tanto me lo has enseñado.
¡Declarar a tu león!
Tu furia, aquel sabio saber,
liberado impalpable calor,
sosegado vicio en gritos,
porque sé cómo estás intentando, mamá.

¡Lo sé!  Créeme.
Lo sé porque te amo.
Un pedazo de tu amor en mí
ha brotado una red de incógnita tristeza,
de padecer tu pasado
como prestada peste,
como insólita condena,
el sino del detalle,
buscando la congojosa fórmula
para poder extirparme de la mía,
veloz como maldito mosquito
y compuesta de tu canción.

No sufras más, mamá.
Nada más pido que aposentarme,
inmortalizar tu tierna y encallecida sonrisa,
archivando trampas de equilibrio
y puñaladas vertebrales,
no a tu disposición,
sino a un verdadero amor,
como cuando te digo
que eres la mujer más hermosa del mundo,
rebanado matriz o ignoto peatón,
y tú contestas:
«Eso lo dices porque soy tu mamá.»

No desalientes, madre.
Silbará el reloj
con los años oxidados,
forjados en silenciosa labor,
¡y ahora libre,
en su gracia y valor!
De fondo, te supuso un tambor,
superando tú los encargos
y ahora desquebrajado quicio,
unas manos igual de endurecidas
revoloteando tu falda esposada,
unidas en uno más
de numerosos cuás,
letra de lágrimas
programada en la postergada pérdida de pasos.
Devolveremos los montones de antojos,
antes encerrados
en la posibilidad de crecer,
de que no soy tu bebo lindo
y feneció la tentación
de beber de botella,
como niño solitario,
y así sea.

No he cedido al minuto, mamá.
Conquistaré las manillas
de compartidas cuitas
para rememorar el pilar,
de llamarte por si se me pasó,
hacer un biftec o habichuelas rosadas,
entender el amor, o si, simplemente,
se me olvidó quien soy.
Hendido entre recuerdos, mamá,
gobernará el corazón sincero
sin la necesidad de dama o caballero,
cuando el teléfono se cayó por un agujero,
si de ti heredé este trasero,
si de ti he aprendido a seguir.

Mamá, por favor,
sonríe una vez más.
Pendiente al cielo,
por si llueve
en sol candente.
Ando por ahí,
tratando ser valiente…
Todo por ti.


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