Verborreico


Mírame a los ojos.
Piérdete en el seno
perfecto de mi aeropuerto,
sondeando entre dos alas
ansiando por romper en vuelo.

Mi mecanismo es único.
Ansia con explorar
el espacio incauto,
alma como auto,
vertiendo lujoso aceite
en las envergaduras
de irrevocable hambre,
anhelo a hueso hombre.

Huele los granos molidos,
nocturna copa de vino
acompañada por beso en la frente,
diciéndote que todo está bien.
No es el tacto de nuestras manos,
sino el sentimiento que entrelaza
nuestros besos en versos,
atornillando luz
en este hueco,
cóncava cavidad
huyendo del tema
e ilusoria naturaleza,
promesas en candela
de si esto es una jaula
o una hornilla sin gas,
si olfateáis mi aspecto
o el laberíntico intento
de sí amarte,
sí quererte,
secretando de vuestras manos
una solución a este jodio mundo
que se lleva enreda’o
al niño por dentro,
lo enajena a columpio roto,
sin sube y baja y todo,
como en conjunto presente
de una contienda entre dos entes
llamando el perdido sentido
y la verdadera paz.

Saborea la piña
emanando de este corazón.
Coloca tu mano
en mi bombón.
Muerde la jugosa cáscara
de mis pensamientos
y báñate en el manjar
de mi oculto conocimiento.
Aquí a uno no embolla
el atrevimiento,
acechar el punto blanco
atado a una cuerda de pesca,
tu ramo en cauce circular,
hallando razón en mí
para por fin parar de buscar.

Te dejo, vato.
Caminemos en los cada cuáles
con cuidado de que no resbales.
Reposa palabras
y ejérceme tus miradas.
Ahora, solamente prométeme una cosa.
No hables tanto.
Escucha.

Magno, Apolo




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