Si supieras que pasé hambre...


Si solo supieras que pasé hambre
cuando dijiste que no vendrías más.
Por ahí has deambulado
con falso concepto de mi amor,
grabando en tu inseguridad
unos pasos de huida
productos de regalos
que tu trauma afirma.

Los granos molidos, al colar,
ceden ante las diáfanas aguas
para hacerme despertar.
Aunque me rehúso a copear
durante la verde alba,
de un sin cultivo
nace entonces
mi mirada.

Apartando tus ojos,
hallando yo el gusto de un beso,
delatas tú el desenlace
de ese café sin azúcar,
en guardia la crema
de tu pretencioso lema.
Tu apego se esconde
entre la maldición de tus pesares,
traducidos como sinsabores
que dentro de mi taza bebes.
La máquina humea
al guiso de dos bigotes unidos,
sabiendo ya, hombrecito,
que, a falta de meloso torrente,
aterrizarías en mi cuerpo.

A lo largo,
fenecería memoria de tu carne.
Recuerdo esos tramposos suspiros.
Me enamoré de la idea de ti,
mis palabras llenando
el páramo proyectándose
como copioso pentagrama,
un dolor sin treguas
atorado en la hipocresía,
el rostro de un cobarde
solo perseverando
cuando me da la espalda.
Extranjeros ahora,
antes queriendo sombrar en ti
una luz de vibrante color;
autopsiar esa psiquis,
suma ingenuidad mía
escuchándote hablar sobre la vida,
tan árida en tu melodía.

Tormentín.
Se reduce a eso:
un bellaco con prisa.
El porqué de mis cosas
sinceraban de mi boca,
en conjunto con
el deseo de ayudarte.

Dime:
Cuando mis dedos
se enredaban con los tuyos, lisonjero,
¿no pensabas decirme?...
«Desiste!  Desata este nudo.»

Galán de gloria.
Ominoso alótropo.
Hombreriego.
Regándote por pimpollos
con la rama caducada,
el cepo podrido
y la emoción eliminada…
Recuerda que el amor no se fuma
ni se bebe como café oscuro.
No dedicaré más palabras
para convencerme
de mutuo trastorno.
Suficiente me ha edulcorado el tiempo
para practicar el no sé nada.

Nunca olvides lo que hiciste, hombrecito.
Me rompiste el corazón,
arrugado ya, claro,
para yo nuevamente reconstruirlo.
Costumbre y canalla fui,
pero de nada me sirve anunciar
que cada verso es una mentira,
que ni el agua salva esos granos,
que eres ese candungo de jugo de china
atemorizando a niños,
con tu pretenciosa pulpa,
como esas rosas muertas
 que desde el principio
no cuentan
con bendición o lujo
de sentirse agostar.



Entradas populares