Qués borincanos
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| Cierre de campaña de Alexandra Lúgaro 05/11/16 |
Mi país lleva en su escudo
cuatro palabras
como lema,
tres
instrumentos para plena,
dos
corderos sin mirarse,
un flamboyán,
sol de cauce,
y
silencioso valor para entonarse.
Al
pitar los grillos campesinos,
Dolores
mira desde arriba, diciendo:
«A este pájaro le falta un ala.»
Sí, entre
lluvia de flores y balas,
transmutando
va el corazón caribeño.
Por las
calles ya no siento vibrar
la mágica
sintonía de una parranda.
Aunque aquí
claridad comienza
cuando
verano remueve su venda,
aquende
ya no resuena
mención
de alguna verbena.
A los
pocos años,
el tuqui
tuquitá
se
plasmó en mi ser
como
canto de libertad.
Llamando
a todo amigo,
de los
tambores, topamos más.
Como líderes
de la ciudad,
indigentes
gritamos:
¡Este
es nuestro hogar, niños!
A la
izquierda, de orilla
encuentran
un baño natural.
Las
aguas borinqueñas
están
pintadas en relieve,
un
manifiesto de mulato mármol
suspendido
en la nota de un cuatro.
Flotarás
en el océano,
de par
en par, oídos ahogados
por la
ingeniosa mar,
dispersos
los pétalos
a
gracia de una etérea espiritualidad tropical.
Atrás, fluirá
en ritmo mundial,
de las
caderas pa’ ‘lante,
un
perreo intenso a lo boricua.
Citadas
desde Colón,
esas
curvas del Caribe,
nalgas
directo desde la Pinta,
un
cerebro a quien no se dicta
y
arterias a comedida orden,
persisten
en sabrosa solución
de la
patria inuniforme.
Eh, eh,
el oeste,
brillante
y firme en memoria,
refleja
hasta rayo pa’ yola.
A la
derecha, modo zorro,
oculto habita
un chinchorro.
La gula
grita y pregona:
«Ay, Señor, ¡piedad alguna!»
En
manos de exuda doña,
se
presenta la hermosa alcapurria,
rellena
de carne, de vaca alcurnia.
Baby, jura enamorarme de una fritura…
¡Si
solo así supiese mi tierra!
Praderas
y montes de la cordillera
vigilan
el eje brea
de un
pueblo afligido.
Divididos
entre partidos,
decidimos
sofocarnos en promesas
de una
regia flora exfoliada
o el
hormigueo de la pava.
¿Cómo salvarás
a un ladrillo inconforme?
Ajustado
ordinario:
te enmarañas
en nulas reformas,
que de
nada valen
si tu
pensamiento colisiona
con su
mismo combate.
Insoléntate,
si preciso lo ideas.
Intuición
de ti emana
solo
cuando te atacan.
Esa infeliz
tradición me resaca.
¡Duda
de la usanza!
Interroga
olor a café mañanero,
iguanas
extrañas Encanto invadiendo,
vagabundos
en las calles, a la desidia, durmiendo,
las
cincuenta estrellas tendidas
mejor que
las de vuestro cielo.
¡Antilla!
¡Aclama!
Iglesia
abunda más
en el
centro de nuestro pueblo
que un ángel
verdadero vaya y
proponga
un agujero,
un de
dónde auditar el cargo,
escapar
la deuda de amargos ellos,
los
remedios, castigos y tu costumbre.
La leyenda
de todo honrado país
es cargar
emblema de colectiva raíz.
La única
forma en que uno se levanta
es si
por sí impides
adormilarte
los pies,
flotando
en la marcha
de una
lucha constante,
comenzando
por sumergirte en
la ciénaga
de santos
que
somos los puertorriqueños.
Inextinguible
ardor…
Perpetua
devoción…
Anímate,
isla.
Si te
llegan a cortar las alas,
recuerda
entonces, mi pana,
que jamás
amputarán de las hiniestas
nuestras
yuxtas cabezas.



