Simón dijo


Me llevé a la boca
el pedazo de polvo
de antieres trastes,
fregando mi sangrienta saliva,
la flema mañanera
de una dormida garganta,
con la certeza
de escuchar tu voz, Simón.
Desperté entre vidas,
golpeteando mi ceño,
anhelando el sendero
con mar desapartado
por orden de ese maullido.

Eres tú, gatín.
Mayas frente a la entrada
de mi forjada celda,
secreto llamado hogar,
ansiando el vertido
de un festín sin freno.
Te he convidado, felino,
pero insistes en un atracón.
Empeñas en volcar
este poco ofertorio,
loa a caramelo,
desplegar áspero látigo,
desafiladas garras,
colmillada labia,
entre cantos árabes,
ámbar sin callarse
con la santa persistencia
en yo darte una comida.

Dócil raíz en la cumbre,
portal agredido en tu instinto,
cruzándome como laberinto,
acariciando tu colita
en mis aruñadas espinillas
sabiendo que
a tu encargo quedo,
Simón, mi amigo,
padre, calibre, corsario.
Vuelve a tu origen
en lo que consigo un gustito.
No me queda comida.



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